Meditaciones 10 de abril
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10 de abril, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:Estamos aquí para aprender y despertar a la verdad.
La honestidad es parte
esencial de este paso. Los años de vivir una mentira tienen que llegar a su
fin. Si nos sentamos y nos quedamos en silencio con nosotros mismos, nos
resultará más fácil ponernos en contacto con la verdad. Lo que ahora
consideramos que es
verdad, lo
volcamos en el papel, sin guardarnos nada.
Funciona como y porque(Cuarto
Paso)
10 de abril, Meditación Diaria para Mujeres,
libro: Cada día un nuevo comienzo:
Si bien no puedo resolver tus problemas, estaré
a tu lado siempre que me necesites.
Sandra K. Lamberson
A todas se nos ha concedido la capacidad de
ofrecer una atención plena y desinteresada a las personas que buscan nuestro
consejo. Y es raro que pase un solo día sin que tengamos la oportunidad de
escuchar, de enriquecer y de ofrecer esperanza a quienes la han perdido. Estamos
unidas mutuamente. Esa interdependencia es nuestra bendición; sin embargo, en
nuestras encrucijadas más importantes tendemos a ignorarla. Reflexionamos en un
momento de soledad. A nuestro alrededor hay otras personas que también sufren
en silencio. Los Pasos que guían nuestra vida nos impulsan precisamente a
romper ese silencio. Los secretos que guardamos nos distancian del bienestar
que merecemos. Cada vez que compartimos nuestras experiencias cada vez que
brindamos nuestros oídos a los demás, nuestro bienestar emocional se
perfecciona. Para extraer todo el beneficio del sufrimiento que ya hemos dejado
atrás es necesario que participemos ahora en el sufrimiento y en el dolor de
otras personas. El dolor tiene un propósito en nuestra vida, y también en la de
nuestros amigos. Es nuestra conexión mutua, es el puente que cierra la brecha. El
dolor nos aterroriza, detestamos el sufrimiento de nuestros seres queridos.
Pero todos ganamos cuando aceptamos nuestras penas como una invitación para
crecer y para estar más cerca de los demás.
Los secretos nos mantienen enfermos. Escucharé,
compartiré y me sentiré bien.
10 de abril, El lenguaje del adiós de Melody
Beattie
No usemos a los demás para detener nuestro
dolor.
Nuestra felicidad no es un regalo que otra
persona lleve en sus manos. Nuestro bienestar no lo guarda otro que nos lo da o
nos lo quita a capricho. Si salimos y tratamos de forzar a alguien a que nos dé
lo que creemos que guarda, nos decepcionaremos. Descubriremos que eso es una
ilusión. La persona no lo tenía. Nunca lo tendrá. Esa caja bellamente envuelta
con un listón que creíamos que contenía nuestra felicidad y que alguien llevaba
en sus manos, ¡es una ilusión! En aquellos momentos en que estamos tratando de
salir y de forzar a alguien a que cese nuestro dolor y cree nuestra felicidad,
si nos armamos de valor para dejar de andar por ahí azotándonos y nos ponemos
de pie y manejamos nuestros asuntos, encontraremos nuestra felicidad. Es cierto
que, si alguien nos pisa el pie, esa persona nos está lastimando y por lo tanto
tiene el poder de hacer que cese nuestro dolor quitando su pie de encima. Pero
el dolor sigue siendo nuestro. Y también lo es la responsabilidad de decirle a
alguien que deje de pisarnos los pies. La curación vendrá cuando estemos
conscientes de cómo intentamos utilizar a los demás para que hagan cesar
nuestro dolor y creen nuestra felicidad. Nos curaremos del pasado. Recibiremos
percepciones que pueden cambiar el curso de nuestras relaciones. Veremos que,
todo el tiempo, nuestra felicidad y nuestro bienestar han estado en nuestras
manos. Nosotros hemos guardado esa caja. A nosotros nos toca abrirla y tener el
contenido.
Dios mío, ayúdame a recordar que yo tengo la
llave de mi propia felicidad. Dame el valor para ponerme de pie y lidiar con
mis propios sentimientos. Dame las percepciones que necesito para mejorar mis
relaciones. Ayúdame a dejar de bailar el baile codependiente y a empezar a
bailar el baile de la recuperación.
10 de abril
Meditaciones para mujeres que hacen demasiado,
Anne Wilson Schaef
Deber
¡Ala!, el deber es una sombra helada.
Augusta Evans
Muchos son los crímenes que se han cometido en
nombre del deber. Los ministros descuidan a sus hijos en nombre del deber. La
gente se mata entre sí en nombre del deber. Nos abandonamos a nosotras mismas y
abandonamos nuestros sueños en nombre del deber. Alimentamos nuestra adicción
trabajando en exceso y después justificando nuestro comportamiento como deber
familiar. Machacamos nuestros cuerpos en nombre del deber. El deber se
convierte en una excusa para gran parte de nuestra vida de adicción. Las
adictas nos serviremos de cualquier cosa como dosis. Tomaremos la idea más
noble y la convertiremos en una pesadilla para perpetuar nuestras adicciones. Somos
tramposas, y la enfermedad es tramposa. Cuando utilizamos el deber para
machacarnos y machacar a los demás, es claro que éste se ha convertido en una
«sombra helada».
Yo no quiero ser amada por obligación. ¿Tú sí?
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