Meditaciones 31 de agosto

 

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31 de agosto, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:

Aprender a relacionarnos sexualmente con otra persona es un camino íntimo antes que hostil y competitivo, como lo es para muchas adictas a relaciones afectivas para quienes el sexo representa un arduo esfuerzo


 

Enfrentarse a los Resentimientos

El resentimiento es el ofensor número uno. Destruye más alcohólicos que cualquiera otra cosa. De éste se derivan todas las formas de enfermedad espiritual, ya que nosotros hemos estado no solamente física y mentalmente enfermos, sino también espiritualmente. Cuando es superado el mal espiritual, nos componemos mental y físicamente.

Cuando tratamos los resentimientos los escribimos en un papel. Hicimos una lista de personas, instituciones o principios con los que estábamos molestos, y nos preguntamos el porqué. En la mayoría de los casos se descubrió que nuestro amor propio, nuestra cartera, nuestras relaciones personales (incluyendo las sexuales) estaban lastimados o amenazados.

* * * * * "El escribir la más acalorada carta puede servir como una válvula de seguridad muy efectiva - con tal de que tengas cercana una papelera".

1. Alcohólicos Anónimos, pág. 60

2. Carta, 1949

Como Lo Ve Bill

31 de agosto

Meditaciones para mujeres que hacen demasiado, Anne Wilson Schaef

Tiempo de soledad

Ya ves, la imaginación necesita cambios de humor, holgazanear mucho tiempo, de manera ineficaz y feliz.

Brenda Ueland

¡Qué palabras más maravillosas: ¡cambios de humor, holgazanear...! Tengo una amiga que dice que le gusta «holgazanear». La palabra suena como lo que es: holgar, no hacer nada.

Yo tenía un gran perro llamado Bubber que era uno de mis principales maestros. Solía sentarse en nuestra cabaña en lo alto de la montaña y se limitaba a mirar.

Para mí era difícil imaginar qué es lo que se pasaba mirando todo el tiempo, así que un día me senté a su lado a observar. Estuve a su lado mucho tiempo y experimenté lo que significa simplemente sentarse y simplemente mirar. Aprendí a darme el tiempo de sentarme y de mirar. Se ve mucho cuando se limita una a sentarse y mira. Sin hacer nada más... sólo mirar.

Bubber ha muerto, pero todavía vive la sabiduría que me enseñó de sentarme sencillamente y mirar.

No todas nosotras podemos tener Bubbers, pero todas nosotras podemos desarrollar la capacidad de sentarnos y mirar.

31 de agosto, Meditación Diaria para Mujeres, libro: Cada día un nuevo comienzo:

Las lágrimas son como la lluvia; aflojan nuestra tierra permitiéndonos crecer en distintas direcciones.

Virginia Casey

 Al expresarnos plenamente a nosotras mismas suavizamos nuestra alma, mientras que el silencio nos vuelve frágiles. Nuestra integridad se enriquece cada vez que reconocemos abiertamente nuestros sentimientos y compartimos nuestros secretos. Las lágrimas que con frecuencia acompañan a la auto revelación, la auto evaluación o la frustración de sentirnos “atoradas” parecen eliminar cualquier obstáculo que pudiésemos haber puesto en nuestro camino.

En cada etapa de nuestra vida nos preparamos para una nueva fase. Nuestro patrón de crecimiento puede ir primero en una dirección y luego en otra. No es fácil cambiar de dirección, pero es necesario. Podemos volvernos vulnerables, aceptar la orientación espiritual que nos ofrecen los demás y que encontramos en nuestro interior y, de esta manera, la transición de una etapa a otra será más suave.

Las lágrimas que derramamos en los pasajes escabrosos de nuestras vidas son capaces de convertir en arenilla los cantos rodados que bloquean nuestro sendero. Pero también necesitamos dejar que esas lágrimas eliminen las anteojeras que cubren nuestros ojos. Las lágrimas pueden ayudarnos a ver de nuevo si estamos dispuestas a mirar hacia adelante, en forma clara, abierta y esperando lograr una mejor visión.

Las lágrimas alimentan mi yo interno, reducen mi apego a mi vieja conducta y disminuyen mi resistencia al nuevo crecimiento

31 de agosto, El lenguaje del adiós de Melody Beattie

Negación

Yo he estado en recuperación muchos años. He utilizado la negación muchas veces. Ha sido una defensa, una herramienta para sobrevivir, una conducta para hacer frente y, a veces, casi mi ruina. Ha sido una amiga y una enemiga. Cuando era niña, usaba la negación para protegerme y para proteger a sentimientos, a mis necesidades y a mí misma. Era como una gruesa manta que me cubría y me sofocaba. De pronto, me empecé a recuperar. Tuve un atisbo de conciencia acerca de mi dolor, de mis sentimientos, de mis conductas. Empecé a verme a mí misma y al mundo, como éramos. Había tal cantidad de negación acerca de mi pasado que, si me hubieran rasgado totalmente la manta, hubiera muerto del shock que me hubiera provocado quedarme a la intemperie. Necesité ir admitiendo gradualmente y suavemente los conocimientos que fui adquiriendo acerca de mí misma, los recuerdos, la toma de conciencia y la curación.

La vida participó conmigo en este proceso. Es una gentil maestra. A medida que me iba recuperando, trajo hacia mí los incidentes y la gente que necesitaba para poder recordarme lo que aún estaba negando, para decirme adónde necesitaba curarme más de mi pasado, a medida que iba pudiendo manejar este conocimiento acerca de mí misma. Todavía uso la negación, y me abro paso con ella, según lo necesite.

Cuando soplan los vientos del cambio, trastornando la estructura familiar y preparándome para lo nuevo, cojo mi manta y me escondo, durante un rato. A veces, cuando alguien a quien amo tiene un problema, me escondo debajo de la manta momentáneamente. Surgen recuerdos de cosas que negué, recuerdos que necesitan ser recordados, sentidos y aceptados para que podamos seguir siendo curados, fuertes y sanos.

A veces, me siento avergonzada por lo mucho que tardo en mi batalla para llegar a aceptar la realidad. Me siento abochornada cuando me encuentro de nuevo envuelta en la niebla de la negación.

Luego algo sucede, y veo que estoy yendo hacia delante. La experiencia era necesaria, tenía relación con algo, para nada era un error, sino una parte importante de la curación. Este viaje llamado recuperación es un proceso emocionante, pero comprendo que algunas veces puedo usar la negación para ayudarme a superar cuestiones difíciles.

También estoy consciente de que la negación es una amiga y una enemiga. Estoy alerta a las señales de peligro: esos sentimientos nebulosos, confusos... esa energía perezosa.... el sentirse compulsivo... correr demasiado duro o demasiado aprisa.... evitar los mecanismos de apoyo.

He ganado un sano respeto por nuestra necesidad de usar la negación como cobija para envolvernos cuando hace demasiado frío. No es mi labor andar por ahí desgarrando las cobijas de la gente o avergonzando a los demás por usar la cobija. El avergonzarlos les da más frío, los hace envolverse más apretadamente en la manta.

Arrancarles la manta es peligroso. Podrían morir por quedar a la intemperie, igual que puede haber muerto yo.

He aprendido que lo mejor que puedo hacer con la gente que está envuelta en esta cobija es hacerla sentirse tibia y segura. Cuanto más tibia y segura se sienta, más capaz será de tirar su cobija. No tengo que apoyar o alentar su negación. Puedo ser directa. Si los demás están en negación acerca de una cosa en particular, y su actividad es perjudicial para mí, no tengo por qué estar cerca de ellos. Puedo desearles lo mejor y cuidar de mí misma. Porque si me quedo demasiado tiempo cerca de alguien que me está haciendo daño, inevitablemente volveré a coger mi manta.

He ganado respeto por crear ambientes cálidos, donde no se necesiten las cobijas, o al menos no se necesiten por tanto tiempo. He ganado confianza en la forma como la gente se cura y lidia con la vida.

Dios, ayúdame a estar abierta y a confiar en el proceso que me está curando de todo lo que he negado acerca de mi pasado. Ayúdame a esforzarme por tener conciencia y lograr la aceptación, pero también ayúdame a practicar la amabilidad y la compasión hacia mí mismo -y hacia los demás- en aquellas ocasiones en que haya usado la negación.

 

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