Meditaciones 11 de octubre
11 de octubre, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:
Si estás ansiosa por tomar el teléfono para llamar a ese hombre imposible, te enfrentas a la misma lucha del alcohólico que está ansioso por tomar esa copa.
DÉCIMA TRADICIÓN
Coda no tiene opinión sobre asuntos ajenos a sus
actividades; por consiguiente, su nombre nunca debe mezclarse en polémicas
públicas.
En
CoDA sólo usamos los Doce Pasos y las Tradiciones de Codependientes Anónimos y
la literatura aprobada como guía.
Libro verde de CoDA
11
de octubre
Meditaciones
para mujeres que hacen demasiado, Anne Wilson Schaef
Mentes
monótonas
No
quiero llegar al final de mi vida y darme cuenta de que sólo he vivido su
longitud. Quiero haber vivido también su anchura.
Dlane
Ackerman
Cuando
nos concentramos excesivamente en nuestro trabajo, en nuestras/os hijas/os, en
nuestros hogares, o en nuestras relaciones, nos volvemos mujeres
unidimensionales.
A
través de la historia, y más recientemente con el movimiento de las mujeres,
hemos tomado conciencia con dolor de que muchas veces hemos estado limitadas a
las tareas menos importantes de la sociedad.
Por
desgracia, a medida que más mujeres irrumpimos en las filas de los
privilegiados (tal como los hemos considerado), descubrimos de nuevo que
tenemos la oportunidad de volvernos tontas y estrechas... pero de otra manera.
El contenido ha cambiado, pero el proceso sigue siendo el mismo.
Para
poder recuperar nuestras almas, tenemos que reconocer que ese «ancho» es tan
importante como el «largo» en nuestro vivir de cada día.
La
anchura añade una dimensión a la longitud.
La
profundidad añade otra dimensión a la longitud y a la anchura. El mundo tiene
por lo menos tres dimensiones.
11
de octubre, Meditación Diaria para Mujeres, libro: Cada día un nuevo comienzo:
Quédate
inmóvil y escucha la quietud interior.
Marlene
Larson Jenks
Encontraremos
cualquier respuesta si recurrimos al principio de todas ellas: La quietud
interior. La oración, acompañada de la meditación, nos proporcionará siempre
las respuestas necesarias para afrontar las situaciones que la vida nos
presente. Sin embargo, no es seguro que recibamos las respuestas que deseamos.
Debemos confiar en que la indicación que recibamos siempre nos mostrará los
pasos adecuados. Si dejamos de empeñarnos en ejercer el control y ponemos
nuestra voluntad en las manos de Dios, nuestro bienestar estará asegurado.
Qué
gran consuelo nos da saber que nuestros momentos de quietud nos permitirán
encontrar cualquier solución. Dios nunca nos esconde las repuestas, somos
nosotras quienes sencillamente no acallamos nuestros pensamientos durante el
tiempo suficiente para poderlas percibir. Generalmente nuestras mentes corren
de un modo obsesivo. Saltamos de un escenario a otro, de un miedo a otro, de
una emoción a otra. Y cada vez que nuestros pensamientos se concentran en algo
nuevo, enterramos más profundamente las respuestas que buscamos.
El
proceso es sencillo, si deseo seguirlo. Las respuestas me esperan, si realmente
quiero obtenerlas. Sólo debo sentarme en silencio, pedir a Dios la orientación
que necesito y quedarme en silencio unos momentos más.
11
de octubre, El lenguaje del adiós de Melody Beattie
Recuperación
Qué
fácil es culpar a los demás de nuestros problemas. “Mira lo que él está haciendo”“Mira
cuanto he esperado” “¿Por qué ella no me llama? “Si tan solo él cambiara, yo
sería feliz”. Con frecuencia, nuestras acusaciones son justificadas.
Probablemente
nos sentimos dolidos y frustrados. En esos momentos podemos empezar a creer que
la solución a nuestro dolor y frustración está en que la otra persona haga lo
que queremos o que las cosas resulten como lo deseamos. Pero estas ilusiones
auto derrotistas colocan el poder y el control de nuestra vida en manos de
otras personas. A esto le llamamos codependencia.
La
solución válida a nuestro dolor y frustración es reconocer nuestros propios
sentimientos. Sentimos la ira, la pena; luego dejamos ir nuestros sentimientos
y encontramos la paz, en nuestro interior. Sabemos que nuestra felicidad no la
controla otra persona, aunque nos hayamos convencido de ello. A esto le
llamamos aceptación.
Después
decidimos que, aunque nos gustaría que nuestra situación fuera diferente, tal
vez nuestra vida esté transcurriendo de esta manera por alguna razón. Quizá
esté en juego un propósito y un plan superiores, uno mejor que el que nosotros
podríamos haber orquestado. A esto le llamamos fe.
Después
decidimos lo que necesitamos hacer, qué está dentro de nuestro poder para
cuidar de nosotros mismos. A eso se le llama recuperación.
Es
fácil señalar con nuestro dedo a otra persona, pero es más recompensante
señalar suavemente con él hacia nosotros mismos.
Hoy
viviré con mi dolor y frustración, lidiando con mis propios sentimientos.
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