Meditaciones 30 de noviembre

 

 

30 de noviembre, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:

El desarrollo de tu espiritualidad significa, básicamente, abandonar la omnipotencia y la determinación de hacer que las cosas sucedan como tú crees que deben suceder. En lugar de ello, debes aceptar el hecho de que no puedes saber qué es lo mejor, en una situación dada, tanto para ti como para otra persona.


 

Un abusador aísla a su pareja

La mayoría de las personas estamos familiarizadas con el comportamiento clásico que tiene un abusador de aislar a su pareja de su sistema de apoyo, que normalmente está constituido por su familia y amigos. Una persona que está fuera de la relación fácilmente detecta esta conducta. No obstante, cuando te está ocurriendo a ti de forma activa, no resulta tan claro. Al principio, el abusador finge que quiere acercarse a las otras personas que hay en tu vida. Posteriormente te hace comentarios sutiles por debajo del agua en relación con ellos. Crea conflicto o drama cuando no hay necesidad. Esto resulta desconcertante para ti y te hace cuestionar tu propio juicio. Como resultado, comienzas a ver a las personas de forma distinta y tus opiniones se van alineando con las de tu abusador. Si defiendes al abusador frente a tus seres queridos, ellos se frustran porque te pones de su lado. Si defiendes a tus seres queridos de tu abusador, él ataca tu lealtad hacia él. Te quedas en medio, sintiéndote indefensa y agotada. Como se mencionó previamente, una vez que hay grietas en los cimientos de todas tus demás relaciones, el aislamiento es prácticamente automático.

Libro: Sí Él es tan bueno ¿Por qué me siento tan mal? Avery Neil


30 de noviembre

Meditaciones de Mujeres que hacen demasiado. Anne Wilson Schaef

Culpabilidad

Las mujeres conservamos un rincón especial de nuestro corazón para los pecados que nunca hemos cometido.

Cornelia Otis Skinner

Estamos siempre tan dispuesta a responsabilizarnos de todo que constantemente nos sentimos culpables.

Si nuestro marido se siente abatido o deprimido, debe ser causa de algo que hemos hecho. Si nuestras/as hijos/as no están teniendo éxito, debe ser por nuestra culpa. Si no se cumple un plazo, es que deberíamos haber dejado más tiempo. ¡Las mujeres estamos tan dispuestas a tomar sobre nosotras la culpabilidad del mundo! No importa si hemos cometido alguna transgresión o no. Si ésta existe, las culpables tenemos que ser nosotras. Desgraciadamente, hay mucha gente a nuestro alrededor que se siente feliz apoyando nuestras ilusiones de culpabilidad.

Nunca hemos dejado realmente de ver qué egocentrismo es asumir la responsabilidad de cada cosa que sucede, tanto sí tenemos algo que ver con ella como si no. Cuando culpamos por todo lo que sucede a nuestro alrededor, nos hacemos el centro de todo.

Debe haber una manera más fácil de ser incluida.

30 de noviembre, Meditación Diaria para Mujeres, libro: Cada día un nuevo comienzo:

La duda que se consciente, pronto se transforma en una duda real.

Frances Ridley Havergal

Somos impotentes ante nuestra adicción, trátese del licor, de las píldoras, de las personas o de la comida. Somos impotentes ante el resultado de todos los sucesos que tienen que ver con nosotras. Y somos impotentes ante la vida de nuestros amigos y de nuestros familiares. Sin embargo, no somos impotentes ante nuestras propias actitudes, ante nuestra conducta, ante nuestra autoimagen, ante nuestra determinación, ante nuestro compromiso con la vida y con este sencillo programa.

Tenemos un gran poder, pero para comprender su amplitud debemos ejercitarlo. Hallaremos que las actividades diarias, las relaciones y los planes, son decididamente más emocionantes cuando controlamos nuestras reacciones. No tenemos por qué sentirnos o reaccionar de otra forma más que en aquella que nos complace. Tenemos el control total y descubriremos lo estimulante que es su aplicación.

Nuestra recuperación se fortalece cada vez que determinamos cuál es la conducta apropiada, cada vez que elegimos la acción con la que nos sentimos mejor, y cada vez que asumimos la responsabilidad cuando está claro que nos corresponde hacerlo. Los beneficios nos sorprenden y nos darán alegría.

Hoy me voy a hacer cargo de mi vida.

30 de noviembre,

El lenguaje del adiós de Melody Beattie

Desapego

Un día, mi hijo trajo a casa a vivir con nosotros a un hámster. Lo pusimos en una jaula. Poco tiempo después, el hámster escapó.

Durante los siguientes seis meses, el animal corría asustado y salvaje por toda la casa. Y lo mismo nosotros para atraparlo.

 “Ahí está. ¡Agárralo!”, gritábamos cada vez que alguien veía al hámster. Mi hijo o yo dejábamos lo que estuviéramos haciendo, corríamos por toda la casa y nos lanzábamos sobre el animal con la esperanza de atraparlo.

Me preocupaba por él, aunque no lo viéramos. “Esto no está bien”, pensaba. “No puedo tener a un hámster corriendo suelto por la casa.

Tenemos que atraparlo. Tenemos que hacer algo”.

Un pequeño animal del tamaño de un ratón tenía en agitación toda la casa.

Un día, mientras estaba sentada en la sala, vi al animal correr por el pasillo. En estado de frenesí, empecé a abalanzarme sobre él, como generalmente lo hacía, y luego me detuve.

No, me dije. Estoy harta. Si ese animal quiere vivir en los rincones y escondrijos de esta casa, voy a dejar que lo haga. Estoy harta de preocuparme por él. Estoy harta de perseguirlo. Esta es una circunstancia irregular, pero así es justamente como va a tener que ser.

Dejé que el hámster corriera sin que yo reaccionara. Me sentía un poquito incómoda con mi nueva reacción -no reaccionar-, pero me ceñí a ella de todas maneras.

Me sentí más a gusto con mi nueva reacción, no reaccionar. Al poco tiempo, estaba perfectamente en paz con la situación. Había dejado de pelear con el hámster. Una tarde, unas cuantas semanas después de que empecé a practicar mi nueva actitud, el hámster corrió cerca de mí, como lo había hecho tantas veces y apenas lo miré. El animal se paró en seco, volteó y me miró. Empecé a abalanzarme sobre él. Él empezó a correr. Me relajé.

“Muy bien”, dije. “Haz lo que quieras”. Y lo decía en serio.

Una hora después, el hámster vino, se paró junto a mí y esperó.

Gentilmente lo levanté y lo coloqué en su jaula, donde ha vivido feliz desde entonces. ¿La moraleja de la historia? No te balances sobre el hámster. Él ya está asustado, y tratar de atraparlo lo único que logra es asustarlo más y a nosotros nos vuelve locos. El desapego funciona.

Hoy me sentiré a gusto con mi nueva reacción de no reaccionar. Me sentiré en paz.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Meditaciones 24 de junio

Meditaciones 9 de abril

Meditaciones 15 de septiembre