Meditaciones 31 de agosto
🍇🍇🍇
31 de agosto, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:
Aprender a relacionarnos sexualmente con otra persona es un camino íntimo antes que hostil y competitivo, como lo es para muchas adictas a relaciones afectivas para quienes el sexo representa un arduo esfuerzo
No
me arrepiento de ser amable
“Nos
acercamos a las personas con amor y amabilidad, llevando dentro de nosotros un
profundo y permanente respeto por los sentimientos de los demás”.
Funciona,
paso nueve
Hoy
tengo muchas opciones. Una de ellas es ser amable. Optaré por eso.
Un
principio espiritual por día
31
de agosto
Meditaciones
para mujeres que hacen demasiado, Anne Wilson Schaef
Tiempo
de soledad
Ya
ves, la imaginación necesita cambios de humor, holgazanear mucho tiempo, de
manera ineficaz y feliz.
Brenda
Ueland
¡Qué
palabras más maravillosas: ¡cambios de humor, holgazanear...! Tengo una amiga
que dice que le gusta «holgazanear». La palabra suena como lo que es: holgar,
no hacer nada. Yo tenía un gran perro llamado Bubber que era uno de mis
principales maestros. Solía sentarse en nuestra cabaña en lo alto de la montaña
y se limitaba a mirar. Para mí era difícil imaginar qué es lo que se pasaba
mirando todo el tiempo, así que un día me senté a su lado a observar. Estuve a
su lado mucho tiempo y experimenté lo que significa simplemente sentarse y
simplemente mirar. Aprendí a darme el tiempo de sentarme y de mirar. Se ve
mucho cuando se limita una a sentarse y mira. Sin hacer nada más... sólo mirar.
Bubber ha muerto, pero todavía vive la sabiduría que me enseñó de sentarme
sencillamente y mirar.
No
todas nosotras podemos tener Bubbers, pero todas nosotras podemos desarrollar
la capacidad de sentarnos y mirar.
31
de agosto, Meditación Diaria para Mujeres, libro: Cada día un nuevo comienzo:
Las
lágrimas son como la lluvia; aflojan nuestra tierra permitiéndonos crecer en
distintas direcciones.
Virginia
Casey
Al expresarnos plenamente a nosotras mismas
suavizamos nuestra alma, mientras que el silencio nos vuelve frágiles. Nuestra
integridad se enriquece cada vez que reconocemos abiertamente nuestros
sentimientos y compartimos nuestros secretos. Las lágrimas que con frecuencia
acompañan a la auto revelación, la auto evaluación o la frustración de
sentirnos “atoradas” parecen eliminar cualquier obstáculo que pudiésemos haber
puesto en nuestro camino. En cada etapa de nuestra vida nos preparamos para una
nueva fase. Nuestro patrón de crecimiento puede ir primero en una dirección y
luego en otra. No es fácil cambiar de dirección, pero es necesario. Podemos
volvernos vulnerables, aceptar la orientación espiritual que nos ofrecen los
demás y que encontramos en nuestro interior y, de esta manera, la transición de
una etapa a otra será más suave. Las lágrimas que derramamos en los pasajes
escabrosos de nuestras vidas son capaces de convertir en arenilla los cantos
rodados que bloquean nuestro sendero. Pero también necesitamos dejar que esas
lágrimas eliminen las anteojeras que cubren nuestros ojos. Las lágrimas pueden
ayudarnos a ver de nuevo si estamos dispuestas a mirar hacia adelante, en forma
clara, abierta y esperando lograr una mejor visión.
Las
lágrimas alimentan mi yo interno, reducen mi apego a mi vieja conducta y
disminuyen mi resistencia al nuevo crecimiento
31
de agosto, El lenguaje del adiós de Melody Beattie
Negación
Yo
he estado en recuperación muchos años. He utilizado la negación muchas veces.
Ha sido una defensa, una herramienta para sobrevivir, una conducta para hacer
frente y, a veces, casi mi ruina. Ha sido una amiga y una enemiga. Cuando era
niña, usaba la negación para protegerme y para proteger a sentimientos, a mis
necesidades y a mí misma. Era como una gruesa manta que me cubría y me
sofocaba. De pronto, me empecé a recuperar. Tuve un atisbo de conciencia acerca
de mi dolor, de mis sentimientos, de mis conductas. Empecé a verme a mí misma y
al mundo, como éramos. Había tal cantidad de negación acerca de mi pasado que,
si me hubieran rasgado totalmente la manta, hubiera muerto del shock que me
hubiera provocado quedarme a la intemperie. Necesité ir admitiendo gradualmente
y suavemente los conocimientos que fui adquiriendo acerca de mí misma, los
recuerdos, la toma de conciencia y la curación. La vida participó conmigo en
este proceso. Es una gentil maestra. A medida que me iba recuperando, trajo
hacia mí los incidentes y la gente que necesitaba para poder recordarme lo que
aún estaba negando, para decirme adónde necesitaba curarme más de mi pasado, a
medida que iba pudiendo manejar este conocimiento acerca de mí misma. Todavía
uso la negación, y me abro paso con ella, según lo necesite.
Cuando
soplan los vientos del cambio, trastornando la estructura familiar y
preparándome para lo nuevo, cojo mi manta y me escondo, durante un rato. A
veces, cuando alguien a quien amo tiene un problema, me escondo debajo de la
manta momentáneamente. Surgen recuerdos de cosas que negué, recuerdos que
necesitan ser recordados, sentidos y aceptados para que podamos seguir siendo
curados, fuertes y sanos.
A
veces, me siento avergonzada por lo mucho que tardo en mi batalla para llegar a
aceptar la realidad. Me siento abochornada cuando me encuentro de nuevo
envuelta en la niebla de la negación. Luego algo sucede, y veo que estoy yendo
hacia delante. La experiencia era necesaria, tenía relación con algo, para nada
era un error, sino una parte importante de la curación. Este viaje llamado
recuperación es un proceso emocionante, pero comprendo que algunas veces puedo
usar la negación para ayudarme a superar cuestiones difíciles. También estoy
consciente de que la negación es una amiga y una enemiga. Estoy alerta a las
señales de peligro: esos sentimientos nebulosos, confusos... esa energía
perezosa.... el sentirse compulsivo... correr demasiado duro o demasiado
aprisa.... evitar los mecanismos de apoyo. He ganado un sano respeto por
nuestra necesidad de usar la negación como cobija para envolvernos cuando hace
demasiado frío. No es mi labor andar por ahí desgarrando las cobijas de la
gente o avergonzando a los demás por usar la cobija. El avergonzarlos les da
más frío, los hace envolverse más apretadamente en la manta. Arrancarles la
manta es peligroso. Podrían morir por quedar a la intemperie, igual que puede
haber muerto yo. He aprendido que lo mejor que puedo hacer con la gente que
está envuelta en esta cobija es hacerla sentirse tibia y segura. Cuanto más
tibia y segura se sienta, más capaz será de tirar su cobija. No tengo que
apoyar o alentar su negación. Puedo ser directa. Si los demás están en negación
acerca de una cosa en particular, y su actividad es perjudicial para mí, no
tengo por qué estar cerca de ellos. Puedo desearles lo mejor y cuidar de mí
misma. Porque si me quedo demasiado tiempo cerca de alguien que me está
haciendo daño, inevitablemente volveré a coger mi manta. He ganado respeto por
crear ambientes cálidos, donde no se necesiten las cobijas, o al menos no se
necesiten por tanto tiempo. He ganado confianza en la forma como la gente se
cura y lidia con la vida.
Dios,
ayúdame a estar abierta y a confiar en el proceso que me está curando de todo
lo que he negado acerca de mi pasado. Ayúdame a esforzarme por tener conciencia
y lograr la aceptación, pero también ayúdame a practicar la amabilidad y la
compasión hacia mí mismo -y hacia los demás- en aquellas ocasiones en que haya
usado la negación.

Comentarios
Publicar un comentario