Meditaciones 29 de julio
29 de julio, La meditación para las Mujeres que aman demasiado, Robin Norwood:
En la codependencia, todos están esperando que el adicto se recupere (lo que muy bien puede no llegar a ocurrir) antes de poder ser felices. Cuando aprendes a ser feliz sin que importe lo que está haciendo el otro, te estás recuperando…y aumentan las posibilidades de que la otra persona se recupere también.
Valor
frente a las propias inseguridades
En
ocasiones, debemos tener valor para ser esa voz única con respecto a
determinado asunto o para defender un principio en contra de una clara mayoría.
Los
principios que nos guían, Segunda Tradición, texto inicial
Pediré
fortaleza para tener el valor de cambiar las cosas que puedo. Sé en lo que creo
y tendré el valor de defenderlo… y la buena voluntad y la humildad de aceptar
el resultado.
Un
principio espiritual por cada día
29 de
julio
Meditaciones
para mujeres que hacen demasiado, Anne Wilson Schaef
Integridad
Dime, Madre, ¿qué es lo que te ha quitado el
alma de una manera tan cruel?
Chungmi
Kim
Uno de los efectos de la enfermedad adictiva es
que destroza tu integridad. Nos vemos haciendo cosas en el trabajo que están en
contradicción con nuestro sistema de valores, y no decimos nada. Somos
regañadas por algo de lo que no éramos responsables, y no decimos nada.
Actuamos de maneras que no están en armonía con nuestra moral personal. La
adicción a hacer demasiado es exactamente como cualquier otra adicción, en el
sentido de que nos coloca en una posición en la que estamos dispuestas a hacer
cualquier cosa para conseguir nuestro «subidón de adrenalina», para obtener
nuestra «dosis». Nos vemos participando en decisiones que son erróneas para
nosotras, nos descuidamos y descuidamos a nuestras familias.
Hemos
perdido nuestra integridad. Cuando pierdo mi integridad, lo mismo que la madre
de Chungmi Kim, he perdido mi alma (o por lo menos la he colocado en un lugar
que no le corresponde).
29 de
julio, Meditación Diaria para Mujeres, libro: Cada día un nuevo comienzo:
La armonía se presenta en la diferencia lo mismo
que en la semejanza, siempre que la misma idea fundamental gobierna a ambas.
Margaret
Fuller
La armonía existe en todas partes como una
entidad autónoma. Nuestra actitud personal es la que lleva la disonancia a una
situación. Una actitud amorosa favorece a todas las situaciones y a todas las
personas. La forma en que nos sintamos hoy acerca de cierta persona o de cierta
situación refleja la fuerza de nuestra relación con Dios. Cuando experimentamos
nuestra existencia en compañía de nuestro poder superior, permitimos que la
vida fluya y observamos la armonía aún en medio de la diferencia. Todos los
elementos de la vida avanzan hacia un estado de armonía total y perfecta. No
tenemos por qué temer. Confiemos en la compañía de nuestro poder superior y
sepamos que cualquier situación, sin importar lo adversa que parezca,
contribuirá a lograr un resultado armonioso si asumimos una actitud confiada.
La armonía
está en todas partes. La celebraré. Confiaré en el presente. Confiaré en el
futuro.
29 de
julio, El lenguaje del adiós de Melody Beattie
Un día, decidí probar algo nuevo. Llevé a mi
hijo de diez años al río Saint Croix en una Waverunner. Una Waverunner es un
pequeño vehículo de bote parecido a una motocicleta. Nos pusimos chalecos
salvavidas y nos embarcamos en una experiencia que resultó ser tan regocijante
como atemorizante: regocijante cuando me permití disfrutarla; atemorizante
cuando pensé demasiado en lo que estaba haciendo y en las terribles cosas que podrían
suceder. A la mitad de nuestro paseo, el peor de mis miedos se hizo realidad.
Volcamos. Estábamos dando tumbos en treinta pies de agua. La Waverunner se
sacudía en las olas frente a mí, como una tortuga motorizada sobre su lomo.
"Que no te entre pánico", dijo mi hijo
calmadamente.
¿Y si nos ahogamos?, objeté.
"No podemos", me dijo. "Tenemos
chalecos salvavidas. ¡Mira! Estamos flotando".
"El aparato está boca abajo", le dije.
"¿Cómo vamos a hacer para enderezarlo?"
"Justamente como el hombre nos dijo",
respondió mi hijo. "La flecha apunta hacia este lado".
Con un movimiento fácil, volteamos el aparato
boca arriba.
"¿Y qué si ya no podemos volver a subirnos
en ella?", pregunté.
"Sí podemos", contestó mi hijo.
"Para eso están hechas las Waverunners: para montarlas sobre el
agua."
Me relajé y mientras conducía de regreso, me
pregunté por qué me había asustado tanto. Pensé que quizá era porque no confío
en mi capacidad para resolver problemas. Quizá porque una vez casi me ahogué
por no traer puesto un chaleco salvavidas. Pero tampoco esa vez te ahogaste, me
aseguró una pequeña voz en mi interior. Sobreviviste. Que no te entre el pánico
Los problemas se hicieron para resolverlos. La vida se hizo para vivirla.
Aunque a veces el agua nos tape la cabeza, sí, quizá hasta necesitemos
sumergirnos en ella unos cuantos momentos y tragar unos cuantos buches de agua,
no nos ahogaremos. Llevamos puesto –y siempre lo hemos llevado puesto- un
chaleco salvavidas. Ese chaleco de apoyo se llama Dios.
Hoy me
acordaré de cuidar de mí mismo. Cuando me hunda hasta la cabeza, Dios estará
allí apoyándome, aunque mis miedos traten de hacérmelo olvidar.
Comentarios
Publicar un comentario