El Hablar que Sana

 

 

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El Hablar que Sana

Cuando consultamos con un amigo A.A., no debemos vacilar en recordarle nuestra necesidad de una completa confidencialidad. Normalmente, la comunicación entre nosotros es tan fácil y abierta que un consejero A.A. puede olvidar que en ciertas ocasiones esperamos que guarde lo dicho en secreto. No se debe violar nunca el santo refugio protector de ésta, la más curativa de todas las relaciones humanas.

Estas comunicaciones confidenciales tienen ventajas inapreciables. Nos deparan la oportunidad perfecta de ser tan sinceros como podamos. No tenemos que considerar la posibilidad de causarles perjuicios a otra gente, ni temer que nos ridiculicen o nos condenen. Nos ofrecen además la mejor oportunidad de reconocer el autoengaño.

Grapevine, Agosto de 1961

Como Lo Ve Bill


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