Adicción a las relaciones




El chantajista emocional...
El chantaje emocional es un mecanismo en el que intervienen dos partes: el chantajista y su víctima. El primero desea obtener algo de la segunda-que puede ser su pareja, un familiar, un amigo-, pero en lugar de hablarlo directamente, utiliza prácticas manipuladoras para conseguirlo. Su estrategia es evidente: intenta despertar el sentimiento de culpa en su presa, aprovechándose de su buena fe.
Busca los puntos débiles de esa persona para hacerla sentir inferior y convertirla en perfectamente manipulable. En el fondo, el chantajista es una persona débil, que no confía en sí misma, por eso necesita engañar y utilizar las más rebuscadas argucias para conseguir lo que desea.
RETRATO DE UN MANEJADOR:
Dos son las características que mejor definen a un manipulador:
sentimiento de inferioridad y egoísmo. Habitualmente tiene una autoestima muy baja y las únicas maneras que conoce de conseguir lo que desea son la mentira y el chantaje emocional.
Además sólo piensa en sí mismo.
Es una forma de actuar que seguramente aprendió en su infancia. En menor número, hay otro tipo de manipulador: el exclusivamente egoista. Este no tiene ningún problema de autoestima, simplemente va a lo suyo y no tiene reparos en manipular a los demás para conseguir sus objetivos.
TÁCTICAS ÚTILES PARA PRESERVARSE:
Las especialistas Gloria Husmann y Graciela Chiale, autoras de "La trampa de los manipuladores", recomiendan sobrevivir a estos especímes siguiendo estas pautas:

* NO TE JUSTIFIQUES:
Esto es fundamental. El manipulador tratará por todos los medios de que lo que hagas para mantener su dominio y superioridad. Justificarse significa sumisión. Optá por protegerte
usando, por ejemplo, el humor para salir de la situación (lo trataremos más adelante).

* SE SINTÉTICO EN LA COMUNICACIÓN:
Usá frases cortas y darás menos posibilidades a la crítica. Pensá que todo lo que digas podrá ser usado en tu contra.

* USÁ EL SENTIDO DEL HUMOR:
Siempre que el contexto y tus fuerzas te lo permitan, bromea sobre vos misma, sobre tus equivocaciones u olvidos. Así lo descolocarás.

* COPIA LOS REFRANES QUE USA EL MANIPULADOR:
Proverbios, refranes y hasta frases hechas son un buen recuerso, porque estos personajes los utilizan como verdades indiscutibles. Los mejor es usar exactamente los mismos que ellos para aplicarlos en respuesta a sus reclamos.

* UTILIZÁ UN MODO IMPERSONAL:
Amparate en el anonimato. El "se hace" y "el se dice" darán la sensación de que hablás de otras personas, aunque el mensaje esté dirigido al manipulador.

* ES POSIBLE DECIR "NO":
Algunos manipuladores solicitan que los demás hagan cosas por ellos, como si fueran sus lacayos. Cordialmente y con una sonrisa, aprendé a decir "ahora no puedo".

*TRATÁ DE EVITAR DISCUTIR:
Son trampas de las que es difícil salir.No entres en su juego para que te desvalorice después. Un manipulador experto puede lograr que se lo agreda para luego asumir el papel de víctima y conseguir así lo que busca.

* APLICÁ LA IRONÍA:
Es un esfuerzo grande, lo sabemos, pero con sutileza y simpatía se pueden conseguir mejores resultados que con la provocación y la pelea.

* NO TE DEJES EXTORSIONAR:
Sobre todo cuando optes por decir no a sus pedidos, no permitas que te presione con cosas que nada tienen que ver con ese momento específico.

* CONFIÁ EN TUS DECISIONES:
Un manipulador tiende a  criticar todo y a todos. La víctima siente que haga lo que haga, siempre será censurada. Mentalizate en que tu decisión es la correcta y no te dejes llevar por lo que él piense.

* MANTENETE ESCÉPTICO A SUS HALAGOS:
Es una estrategia para que la víctima no se aleje. Si el manipulador nota un cambio de actitud, puede emplear la seducción, la conquista y los halagos con los que empezó la relación. No caigas en su trampa.
Extraído de Psicología Positiva



Entendiendo la adicción y la dependencia
Definir exactamente lo que se entiende por adicción no es simple. Mucha gente asocia a menudo la adicción únicamente con el alcohol o con el abuso de las drogas, pero esta claro que los comportamientos adictivos van más allá. De hecho, la clave de la "adicción" es una necesidad o dependencia obsesiva y compulsiva hacia una substancia, un objeto, una relación, una actividad o una cosa. Conforme a esto, es realista y apropiado decir que cualquiera puede ser adicto a casi cualquier cosa. Hay seis indicadores claros de una adicción:
1. Un objeto de deseo. Siempre hay un objeto de deseo. Este es la substancia, cosa, actividad o relación que conduce a la adicción, sea alcohol, comida, sexo, juego, pornografía, drogas, o cualquier otra cosa que provoque ideas obsesivas y derive en comportamientos compulsivos.
2. Preocupación. Existe una obsesión con el objeto de deseo, una necesidad de la cosa que provoca la adicción.
3. Comportamientos guiados. Existe una compulsión por reducir la ansiedad y satisfacer la obsesión que provoca el comportamiento adictivo.
4. Falta de control. La adicción siempre implica una pérdida de control sobre los pensamientos, sentimientos, ideas o comportamientos cuando aparece la cosa deseada. Incluso cuando un adicto intenta detener o cortar sus comportamientos adictivos, falla en el intento. Esta es la clave y la característica central de la adicción y la dependencia.
5. Dependencia. Hay una dependencia respecto al objeto del deseo, física o psicológica, y sólo esa cosa puede satisfacer el deseo del adicto(al menos temporalmente).
6. Consecuencias negativas. La adicción siempre va acompañada de consecuencias negativas.
"Vivimos en un sistema construido sobre espejismos, y cuando expresamos nuestras propias percepciones, nos dicen que no entendemos la realidad. Cuando la realidad es espejismo y el espejismo es realidad, no es extraño que nos sintamos locos.
... Sin embargo, somos nosotras mismas las personas que nos podemos engañar. Somos las únicas personas que podemos negarnos a reconocer nuestras percepciones y que podemos mentirnos a nosotras mismas. La decisión de engañarnos es nuestra propia responsabilidad".
Es necesario reivindicar los hechos de la propia vida
para convertirse en uno mismo
Anne Wilson Schaef





Otras formas vinculares adictivas 
Abuso físico, Abuso y Acoso moral y Codependencia: 
La existencia de personalidades con características psicopáticas en donde la mentira, la manipulación y el abuso físico y acoso moral son las reglas de juego, los convierte en potenciales parejas de los codependientes. Estas personalidades atraen al codependiente que tiene que atender, cuidar, y estar al servicio de ellas. Generan una relación de tipo vampírica, en donde el codependiente es "chupado" y agotado, conviertiéndose en la víctima que intenta satisfacer permanentemente a su victimario. 
La violencia física es una evidencia clara del abuso, pero la violencia solapada, subterránea, que se manifiesta a través de comentarios descalificadores; de ironías; de un silencio manipulador; o bien de la permanente culpabilización de la víctima, es la mas difícil de desenmascarar. En la obra de Marie France Hirigoyen  a estas personalidades abusadoras se las designa con el nombre de perversos narcisistas.


Adicción a las relaciones: 

Existen dos clases principales de adicción a las relaciones. En la primera, la persona es adicta a tener una relación -cualquier relación, real o en la fantasía-. En la segunda, una persona es adicta a una relación concreta con una persona concreta. En la primera, la persona está enganchada a la idea, y en la segunda está enganchado a la persona. 

Las personas adictas a una relación son adictas al concepto de la relación. Se relacionan con su idea de la relación, la realidad de la otra o de las otras personas es irrelevante. Están dispuestos a sacrificar los valores personales, espirituales y morales para aferrarse a la ilusión que tienen de una relación. La ilusión misma es lo que proporciona la dosis. 

Los adictos a las relaciones quieren una relación. No les preocupa quién o qué es la otra persona. Simplemente quieren a alguien, no consideran la relación como algo que evoluciona. 

Los adictos a las relaciones han desarrollado habilidades para crear relaciones (enfermizas, no-relaciones o seudorelaciones). Y con frecuencia habilidades mas seductoras y útiles como la de saber escuchar, compartir sentimientos (aunque no reales o difíciles de comunicar), estar presentes y prestar atención. Por ello son muy difíciles de detectar (por parte de sí mismos y de los demás). Utilizan para manipular y controlar, habilidades que parecen ser útiles para desarrollar una relación. Es decir "protegen su suministro" haciendo "todo lo que hay que hacer" en una relación. Conocen y practican las habilidades superficiales de la interacción social. No saben cómo establecer una verdadera intimidad, y su habilidad máxima consiste en fingir una relación .Les aterroriza estar solos y por ello cambian de una relación a otra. Nunca se toman tiempo para sentir el dolor del término de una relación y en consecuencia llevan consigo todos los sentimientos no resueltos a la nueva relación.

Anne Wilson Schaef .

Otras formas vinculares adictivas 
Adicto a la evitación:
1 - Se evaden intensamente en la relación, al crear intensidad en otras actividades, habitualmente fuera de la relación (suele tratarse de adicciones)
2 - Evitan el ser conocidos en la relación con el objeto de protegerse a sí mismos de la absorción y el control por parte de la otra persona.
3 - Evitan el contacto íntimo con su pareja, para lo cual utilizan una variedad de procesos que llamamos técnicas de distanciamiento.
Adicción a los romances: 
Las personas adictas a los romances presentan todas las características de cualquier otro adicto. Tienen la misma visión distorsionada de la realidad que ellos. Sus procesos de pensamiento se vuelven confusos y enfermizos. .Están tan centrados en imaginar, que la realidad parece no existir. Inician una relación sexual o simplemente una relación sin estar interesados por ninguna de las dos.. Buscan el "golpe" y el "riesgo" de la experienica romántica o de la nueva aventura. Son expertas en intimidad instantánea "la primera vez que nuestras miradas se cruzaron supe que era amor". La verdadera intimidad los asusta y la evitan sirviéndose de su enfermedad. .La adicción a los romances es progresiva. Sus adictos pasan cada vez mas tiempo en sus ilusiones y se alejan cada vez mas de todos los aspectos de su vida, de sus familias, su trabajo, sus amistades y de sí mismos. 
Anne Wilson Schaef .




Otras formas vinculares adictivas 
La adicción al amor y la adicción a la evitación 
Según Pía Melody  la codependencia puede tomar la forma de adicción al amor cuando se da dentro del vínculo de pareja, en donde puede verse muchas veces un interjuego de dos roles complementarios, por un lado un codependiente que es "adicto al amor" y su contraparte, otro codependiente que es "adicto a la evitación". Ambos roles pueden ser jugados tanto por hombres como por mujeres, aunque es mas común ver a las mujeres como adictas al amor y a los hombres como adictos a la evitación. También pueden verse los dos roles en la misma persona en distintos momentos o con distintas parejas. 
Características y principales síntomas del comportamiento del adicto al amor y a la evitación según Pía Mellody : 
Adicto al amor:
1 - Asignan una cantidad de tiempo, desproporcionada, una atención y un "valor por encima de ellos mismos" a la persona a la que son adictos, y es forma de centrar la atención tiene a menudo una cualidad obsesiva.
2 - Tienen expectativas irreales por lo que se refiere a la consideración positiva incondicional de la otra persona que forma parte de la relación
3 - Descuidan cuidarse o valorar a sí mismos mientras están en la relación. 
Los adictos al amor suelen sentirse atraidos hacia personas que muestran ciertas características identificables y bastante predecibles, y las personas con esas características se sienten atraídas hacia los adictos al amor. A estos podemos llamarlos adictos a la evitación ( se observan con mayor frecuencia en la parte masculina de una relación romántica, aunque a veces puede suceder lo contrario)


Adicción al sexo:
La adicción al sexo se puede presentar en una forma que se ha llamado "anorexia sexual", que según Patrick Carnes se caracteriza por:- Terror al placer sexual- Miedo morboso y persistente al contacto sexual- Obsesión y extrema vigilancia con respecto a asuntos sexuales- Preocupación por la actividad sexual de los demás- Deformación de la apariencia corporal- Aborrecimiento extremo de las funciones corporales- Dudas obsesivas sobre la propia adecuación sexual- Actitudes rígidas y enjuiciadoras sobre la conducta sexual- Vergüenza y aborrecimiento por las experiencias sexuales propias- Necesidad de evitar la intimidad a causa del miedo sexual- Conducta autodestructiva para limitar, detener o evitar del sexo.Cualquier forma de sexodependencia se presenta frecuentemente asociada con alguna de las demás dependencias adictivas

La adicción sexual

Ekaterina Bazhenova
La adicción sexual no tiene que ver con la debilidad moral o la falta de carácter. De hecho, cuanto más trata el adicto al sexo cambiar su conducta, tanto peor se comporta. Como todos los adictos, su adicción tiene que ver con el intento de manejar el dolor emocional. La adicción al sexo conduce a rituales que acentúan la obsesión. Estos rituales favorecen la conducta sexualmente compulsiva y es cuando llega a la desesperación. Para curar esa desesperación el adicto al sexo vuelve a la obsesión como forma de escapar del dolor. El sexo se convierte en el remedio para reducir la ansiedad de forma morbosa y obsesiva.
El adicto no tiene control y siente vergüenza, dolor y odio a sí mismo. Puede que el adicto quiera parar, pero repetidas veces no logra hacerlo. La incapacidad para manejar su propia vida puede evidenciarse en las consecuencias que sufren los adictos: relaciones perdidas, dificultades en el trabajo, arrestos/detenciones, problemas económicos, pérdidas de interés en asuntos no sexuales, falta de amor propio y un sentimiento de desesperación.
Aparece una conducta sexual irrefrenable que genera el alivio de un malestar interno y que produce consecuencias muy negativas en el sujeto, físicas, psicológicas y sociales, viviendo ese alivio en secreto y sentimiento de culpa
Las conductas relacionadas con la adicción al sexo son las siguientes:
Autoerotismo compulsivo
Busqueda ansiosa de múltiples amantes
Frecuencia habitual de prostíbulos, teléfonos eróticos o web porno
Conducta hipersexual y obsesiva con una relación
El adicto al sexo sufre un trastorno de conducta, la sexoadicción, de tipo obsesivo que afecta sobre todo a los hombres, que aumenta con la falta de satisfacción sexual y que va unida a estados de ansiedad y depresión.
Tratamiento de la adicción al Sexo
Las adicciones son de los trastornos más complejos de tratar. Los pacientes saben que su proceder lleva un daño, pero les es difícil tomar la decisión y decir hasta aquí. Entre los riesgos que un paciente corre están: contraer enfermedades de transmisión sexual, agotamiento físico, pérdida de empleo, caer en problemas de acoso sexual, desintegración familiar y rechazo. Cuando las acciones pasan de ser secretos y se conocen las evidencias, es cuando la familia y los amigos descubren en qué invierte su tiempo y dinero y casi siempre lo marginan.
Terapia: Sí se puede
El tratamiento para un sexo adicto varía de un paciente a otro, sin embargo, las pautas básicas son:
Recibir terapia cognitiva-conductual. Que el paciente modifique sus conductas.
Aumentar la autoestima. Descubir sus fortalezas y atributos.
Asistir a un grupo de autoayuda. Se recomienda hacerlo con Neuróticos Anónimos.
Apoyo ambiental y psicológico de parte de familia, amigos y vecinos.
Algunas pruebas delatoras pueden ser las grandes cuentas de teléfono, el ser visto con frecuencia en las cercanías de burdeles, salas de cine donde se exhiben películas pornográficas o comprando revistas de esa misma clase.
Tocar fondo
Cuando un sexo adicto se pregunta qué ha hecho de su vida y experimenta culpa y dolor por el daño causado a sí mismo y a los demás, es el momento de iniciar un tratamiento médico psicológico.
Esa impotencia de no saber manejar las emociones, que son las causantes del desequilibrio económico, el rechazo social, la pérdida de valores, el cansancio físico y mental, así como carecer de propósitos, podrán encaminarlo a tomar la decisión de cambiar. Para ello requiere de rehabilitación profunda. La constancia y el entusiasmo por recuperar el tiempo y oportunidades perdidas, son los ingredientes necesarios para transformarse en
persona de éxito.
La experiencia ha demostrado que es posible salir avante de la mano de un guía profesional.
Conclusiones:
El hablar de la adicción al sexo, es un tema del cual se debe de tener consciencia, ya que entrama asuntos delicados que pueden molestar a las personas que lo padecen; además, los tratamientos que se ofrecen son muy parecidos a los que se pueden dar para alguna otra adicción, tal como la que padecen los adictos al juego.
También es importante tener en cuenta los focos de atención que exponen algunos especialistas en Internet, y más que nada que existen pasos para detectar a las personas adictas al sexo.



¡No le llames más!
Autor: Rhonda Findling

Comportamiento obsesivo


         Elena Odriozola Belastegui
 Has llegado hasta este capítulo, has hecho todos los ejercicios prácticos propuestos, pero todavía no puedes dejar de pensar en él. ¡Se ha convertido en una auténtica obsesión!
         Decides que debes tener información de él como sea y contratas a un detective privado para espiarle. O empiezas a llamar a 900 números de teléfono distintos para localizarle y te gastas todo tu dinero en ello. Una de mis pacientes contrató los servicios de una mujer que aseguraba practicar magia, y otra se gastó casi mil dólares haciendo que hechizaran a su ex para conseguir que volviera con ella. Por supuesto, nunca más volvió a oír ni de él ni de la hechicera.
         A pesar de lo inverosímil que pueda parecer, son cosas que ocurren. Lucy, una secretaria de treinta y un años, conoció a Steve por un anuncio en la sección de contactos de un periódico. Creía que era el hombre de su vida; era tan excitante, atractivo y cariñoso. Sin embargo, él solo quedaba con ella cuando le apetecía o cuando le iba bien, así que la relación nunca llegó a progresar verdaderamente. A los seis meses, él parecía haber desaparecido de su vida. Lucy le llamó y le dejó mensajes que él nunca respondió. Fue a una adivina que le predijo que Steve volvería y que terminarían juntos. Lucy esperó unos cuantos días, pero la impaciencia se apoderó de ella y decidió ponerse manos a la obra.
         Empezó a fisgonear por ahí y llamar a varios amigos de Steve. No le proporcionaron ninguna información de interés excepto que solía frecuentar un nuevo bar. Lucy fue allí el viernes por la noche y vio a Steve hablando con una mujer. No tuvo el valor de acercarse a él, así que regresó a casa y empezó a dejarle mensajes en el contestador. Cuando vio que él no respondía, le escribió una carta.
         Una noche al regresar a casa, Lucy encontró un mensaje de Steve en el contestador: “¿Puedes dejarme en paz de una vez? ¡Olvídame!”
         Lucy se hundió. El mensaje de Steve era claro. Comprendió que su sueño de llegar a ser una pareja no tenía ningún futuro y que la relación se había terminado. En aquellos momentos deseaba haber dejado las cosas tal como estaban para no sentirse tan avergonzada y humillada. Menos mal que no había ido a hablar con Steve en el bar; hacer el ridículo ante la gente hubiera sido espantoso.
         Algunas mujeres creen que si bombardean a un hombre con atenciones (cartas, mensajes, visitas inesperadas), él se verá arrastrado por su incansable pasión y querrá volver a reiniciar la relación. No nos engañemos; nunca funciona. Lo único que conseguiremos al actuar de este modo es sentirnos humilladas. Él ya sabe lo mucho que le queremos, no tenemos que demostrárselo. Perseguirle es hacer que se sienta acechado. Llamar a sus amigos es hacer que se sienta hostigado. Con este tipo de actitud sólo conseguiremos parecer desesperadas y necesitadas, lo cual todavía le alejará más de nosotras. Nos perderá el respeto y, si seguimos acosándole, puede que incluso nos encuentre repulsivas. Destruirá nuestra autoestima y nos hará sentir peor de lo que nunca hubiéramos imaginado.
         Acechar u hostigar a un hombre es como coger una rabieta. Nos negamos a aceptar la realidad; nos negamos a aceptar que no nos quiere. Y no. Debemos respetar su decisión incluso si nos resulta dolorosa y frustrante.
         No podemos controlarle. Es una persona aparte de nosotras y tiene su propia agenda. Lo único que sí podemos controlar es a nosotras mismas y nuestro comportamiento.
         Debemos aprender a aceptar las decepciones como parte de la vida que son. No podemos exigir a un hombre que nos ame porque nos sentimos merecedoras de ello. Vengarse es la acción más autodestructiva de cuantas puedan llevarse a cabo en una situación de desesperación. Podemos echar a perder toda nuestra vida en el empeño. Él puede acogerse a su derecho de protección oficial o llevarnos a los tribunales por acoso, y no hay duda de que no necesitamos añadir problemas de tipo legal a los que ya estamos sufriendo.
         Acecharle, hostigarle o tomar venganza son formas de mantenernos vinculadas a él, pero debemos tener en cuenta que este tipo de conductas no van a hacer que regrese, sino al contrario, le alejarán todavía más. No vale la pena gastar tiempo o energía en ello.
         Adoptar un comportamiento obsesivo es nuestra forma de defensa contra el dolor, la rabia y la vergüenza que no queremos reconocer. Puede que necesitemos psicoterapia para superar estos sentimientos. Enfrentarnos a ellos en el entorno adecuado puede ayudarnos a terminar con nuestra obsesión. La pérdida de la pareja podría haber desenterrado traumas del pasado que todavía no se han superado, tanto los propios de la infancia como los de antiguas relaciones. En lugar de obsesionarnos por recuperar a ese hombre, debemos ocuparnos de redirigir toda nuestra energía hacia nosotras mismas.
         Después de trabajar con muchas mujeres que han tenido dificultades para superar el fin de una relación, puedo asegurarte que continuar gastando las energías en recuperarle equivale a terminar con nuestra autoestima, nuestra economía, nuestra carrera profesional, nuestras amistades, nuestra salud e, incluso, con nuestra vida. Así pues, no lo dudes: ¡No le llames!


¿Por qué no debes llamarle?
Ryszard Chmiel
¡No le llames más!
Autor: Rhonda Findling
            Separarse de alguien a quien se ama es uno de los sentimientos más dolorosos que el ser humano puede experimentar. Es causa de sufrimiento y de un profundo pesar, pues significa perder el amor en sí, y el amor es la mejor forma de felicidad conocida por el hombre.
            El sentimiento que provoca el hecho de renunciar al amor que hubo se ha convertido en la inspiración de gran parte de nuestra cultura en la actualidad. Sólo hay que escuchar las diez primeras canciones de las listas de éxitos. Prácticamente todas tratan de la ternura y la añoranza que despierta un amor perdido: I Can´t Live If Living Is Without You (No puedo vivir sin ti), The Way We Were (Tal como éramos) o You Just Keep Me Hanging On (Te sigo esperando). La mayoría de las baladas que interpretan las grandes damas del jazz (Sarah Vaughan o Billie Holiday, por ejemplo) tratan de rupturas amorosas: My Man (Mi hombre) o The Man That Got Hawai (El hombre que se marchó).
            Las películas pueden contar historias acerca de la dificultad que tienen las mujeres para renunciar al amor. Atracción fatal es la historia de una mujer que se convierte en una asesina psicópata debido a su obsesión por un hombre casado que la rechaza. La historia de Adele H., de François Truffaut, trata de una mujer que se vuelve loca tras perder al hombre del que se había enamorado.
            Del mismo modo, la televisión y el teatro también cuentan historias acerca de personas incapaces de recuperarse tras una ruptura. En Subset Boulevard, Norma Desmond asesina a su amante, Joe, porque éste está a punto de abandonarla. Las telenovelas suelen presentar la historia de una persona que se pasa la hora entera persiguiendo a quien la abandonó. La mayoría de los programas de entrevistas muestran una interminable lista de personajes obsesionados por un amor frustrado.
            Los periódicos, por su parte, están repletos de historias de gente que no pueden superar su situación por mucho dolor que les cause. Así, por ejemplo, si Mínica Lewinsky hubiera sido capaz de afrontar sus sentimientos por la ruptura de su relación con el presidente Clinton acudiendo a un psicoterapeuta profesional y no a Linda Tripa, quizás el curso de la historia de Estados Unidos hubiera tomado un rumbo muy distinto.
            ¿Por qué sé tanto acerca del proceso de superación de una ruptura? Porque yo misma pasé por esa experiencia.
            Años atrás, me enamoré de un hombre atractivo, carismático, elocuente y espiritual. Durante el tiempo que duró nuestra relación, me volví emocionalmente dependiente de él. Me enseño mucho acerca de la espiritualidad. Era cariñoso y amable, y creí que me comprendía como nunca antes nadie lo había hecho. Sin embargo, cuando le expresé mi deseo de que se comprometiera, se marchó.
            Ahora, cuando miro atrás, siento y creo que su repentino y casi cruel rechazo estaba causado por sus problemas para relacionarse. Cuando lo conocí, me dijo que en más de siete años no había tenido ninguna relación y que no tenía intención de comprometerse. Me enamoré de él de todos modos, deseando ser la excepción. Pese a mi capacidad profesional como psicoterapeuta, no pude más que sentirme herida y profundamente deprimida. Tuve que emprender un difícil proceso de superación para poder recuperarme y seguir adelante con mi vida. Durante ese mismo tiempo, me encontraba tratando a mujeres con dificultades para superar la ruptura de una relación amorosa, por lo que decidí, al fin, crear un grupo de psicoterapia llamado “¡No le llames!”. Realizamos varias sesiones en la comunidad y pronto empezaría a aparecer en radio y la televisión como “experta en relaciones”. Parecía que mi camino ya estaba decidido.
            A través de mi propia experiencia persona y profesional, aprendí lo mucho que puede llegar a afectar a una persona adulta un abandono o un rechazo. El dolor del rechaza puede alcanzar hasta lo más profundo del ser humano. Una mujer, por ejemplo, puede llegar a obsesionarse hasta tal punto por un hombre que la ha rechazado, que la rabia y el deseo que siente por él llegarán a consumirla. He conocido mujeres que han perdido la salud, el dinero, el trabajo, sus hijos, incluso que han ido a la cárcel, a causa de su preocupación por el hombre que las abandonó. En el grupo de terapia han participado mujeres al borde del suicidio por una ruptura y su incapacidad de superarla.
            La mujer ha recorrido un largo camino para independizarse económicamente del hombre, pero todavía queda mucho trabajo por hacer para alcanzar la independencia emocional. Existen demasiadas mujeres económicamente autosuficientes que soportan relaciones emocional y físicamente abusivas por temor a que las abandonen. Prefieren mantenerse al lado de un hombre que las maltrata, las humilla o las rechaza que arriesgarse a quedarse solas. En los próximos capítulos, aprenderás a desarrollar tus habilidades para superar una relación rota y no destrozar tu vida por lealtad al amor romántico o por miedo a la soledad. Los ejercicios te servirán para expresar y experimentar tus propios sentimientos, lo cual es fundamental en el proceso de curación. Este libro, los ejercicios y el programa de diez pasos desarrollado a partir de mi trabajo con las mujeres del grupo de terapia “¡No le llames!” te ayudarán a recuperarte del dolor de una relación rota. Aunque la mayoría de las mujeres de la terapia estaban pasando por una separación, había algunas que seguían inmersas en una relación con un hombre nada aconsejable y que lo que buscaban era la fuerza y el apoyo necesarios para romper. Otras sentían que estaban actuando ciegamente, respondiendo a su desesperación por no quedarse solas, y buscaban una nueva perspectiva sobre su comportamiento.
            Los casos que se presentan en este libro están basados en la experiencia y el esfuerzo por sobreponerse a una relación rota de pacientes que he tratado y personas que he conocido. Los nombres y rasgos que pudieran identificarlos han sido cambiados.
            Si en estos momentos mantienes una relación y un exceso de ansiedad hace que quieras llamarle por miedo a que te abandone o que pierda interés, éste también es tu libro. Utiliza los ejercicios prácticos, el programa de diez pasos y la información proporcionada para centrarte y no dar la impresión de estar necesitada o desesperada. Esto puede poner en contra al mejor de los hombres.
            Si lo que ocurre es que estás sufriendo por una ruptura, puedes utilizar este libro para reponerte. Sigue mi consejo de controlarte y no salir corriendo detrás de tu ex; conseguirás recuperarte de la pérdida con tu orgullo y autoestima intactos. No sólo sobrevivirás, triunfarás. Incluso puede que te animes a buscar un nuevo amor, uno que siempre esté ahí para ti.
            ¡De verdad, la vida sigue después de ese hombre!




Shaun Tan
RECOBRA tu intimidad
Anne Wilson Schaef
CAPITULO: LA HUIDA DE LA INTIMIDAD
Se nos ha dicho que existen ciertas habilidades y comportamientos que promueven y refuerzan la posibilidad de crear relaciones. Desafortunadamente, después experimentamos como estas “habilidades” nos conducen a relaciones de adicción. Después de comprobar que estas mismas “habilidades” que creíamos que suscitaban la intimidad son utilizadas, sin duda, para evitarla y practicar la adicción, nos sentimos traicionados por nosotros mismos y por lo que  nos ha enseñado. Cuando hacemos la lista de estas habilidades, se hace evidente que son lo que se nos ha enseñado y lo que conocemos, y que no sabemos qué hacer para crear y mantener relaciones sanas.
Estas son algunas de las habilidades utilizadas para crear seudo relaciones de adicción:
Ser capaz de establecer “relaciones instantáneas”
Ser capaz de escuchar incluso cuando no se está interesado ni implicado con lo que la otra persona está diciendo.
Poder poner constantemente de lado las propias necesidades en aras de la relación.
Saber cómo “cuidar” a la otra persona y actuar rápidamente para satisfacer sus necesidades.
Saber cómo alimentar la dependencia y, al mismo tiempo, cómo “atarse” al otro de una manera dependiente.
Saber cómo “contemporizar” con las propias necesidades, valores, ética y moral en aras de la relación (incluyendo la familia, los hijos y el propio trabajo).
Tener la capacidad de reconocer inmediatamente “la pareja cósmica” o una “conexión especial”.
Ser capaz al instante de compartir secretos y contar toda la vida personal.
Tener una atracción física y sexual inmediata.
Ser capaz de encajar a la otra persona en fantasías románticas y/o situaciones exóticas mediante canciones especiales, medios de apoyo y símbolos para la relación, incluso cuando estos adornos tienen poco sentido excepto para la misma persona romántica que los utiliza.
Ser capaz de crear una “conexión” y no saber cómo ser amigos.
Establecer una intensidad inmediata o un “subido” (estar enamorado) y permitir que el “subidon” interfiera en la vida cotidiana.
Sentir como si la “relación” le tuviera a uno en sus garras, se hubiera apoderado de la vida de uno y ser capaz de abandonarse a ese sentimiento.
Tener las habilidades (imaginables) y el deseo de “salvar” a la otra persona de la vida que ha construido.
Shaun Tan
Estar dispuesto a servirse de la otra persona para huir de la vida que uno mismo ha construido.
Definir todo en la existencia de uno en términos de la relación  y hacer de la relación el “centro” de la propia vida.
Ser capaz de ignorar otras facetas de ambas vidas en aras de la relación.
Tener la capacidad de “hacer que la otra persona se sienta viva”.
Ser capaz de atraer a otras personas hacia uno, es decir, poner el énfasis en la apariencia física, como la ropa o arreglárselas para atraer a los demás.
Poder ignorar los aspectos de la persona en los que no confiamos o que no nos gustan.
Ser capaz de ignorar los valores, las esperanzas y los miedos no compartidos y ver a la otra persona únicamente con los ojos de la ilusión.
Ser capaz de aceptar la culpa por cualquier cosa que no funcione en la relación.
Ser capaz de “colgarse de ella” mucho más del punto de cordura.
Tener la capacidad de cerrarse a los propios sentimientos y tomas de conciencia al servicio de la relación.
Tener la capacidad de “entrar por completo en el mundo del otro”.
Saber cómo utilizar las “habilidades” de comunicación para crear relaciones de manera inmediata, dando más importancia a las “habilidades” que a estar presente para la otra persona.
Ser capaz de utilizar la manipulación y el mantenimiento de las apariencias para ser lo que la otra persona quiere con el fin de “engancharla” en la relación.
Tener la capacidad de “tomar sobre si” y “sentir” los sentimientos del otro.
Tener la capacidad de aceptar los celos como signo de verdadero amor.
Tener la capacidad de apegarse a personas a las que uno ha gustado primero.
Tener la capacidad de servirse  de la honradez como un “timo”.
Tener la capacidad de utilizar la propia intuición para explicar  o “entender” al otro.
Haber desarrollado las habilidades de seducir, cortejar y excitar como un arte consumado.
Tener la capacidad de aparentar estar íntimamente involucrado cuando en realidad se está escondido tras un muro.
Haber aprendido a interpretar la intensidad como amor y, por tanto, presuponer que cuando sentimos con intensidad algo sobre otra persona lo que sentimos es amor.
La capacidad de perder los propios límites en una relación.
Ser capaz de sufrir infinitamente a causa de la relación.
Ser capaz de mirar fija y amorosamente a los ojos del otro con mirada parecida a la de un becerro medio moribundo en medio de un pantano.
Se nos ha enseñado que estas habilidades conducen a relaciones cuando, de hecho, conducen a  relaciones de adicción.
En estas relaciones se supone que estas personas buscan amor, intimidad. La parte sana de la persona o el yo verdadero puede que realmente este buscando amor e intimidad, al tiempo que la adicción está buscando su dosis y sirviéndose de las relaciones para conseguirla. Ni la relación ni la persona son realmente importante, sólo el “subidon”.
Desgraciadamente, estas adiciones explotan necesidades humanas básicas y delicadas en su propio provecho, lo cual hacen que sean muy confusas. Las personas adictas siempre necesitan alguna otra persona (imaginaria o real) para sustentar su enfermedad y declaran tener una necesidad de conexión, aunque tratan a los demás como objetos para ser utilizados. Los adictos a las relaciones y a los romances se sirven de otras personas lo mismo que lo hacen los sexo dependientes. Aunque en definitiva, todos ellos están evitando la intimidad y, sin duda alguna, impidiéndola.
Shaun Tan
Cualquier persona puede verse afectada por estas adicciones. Todas ellas son dependencias, y  tienen las mismas características que las demás adicciones, son progresivas y fatales .Arruinan vidas, familias, instituciones y sociedades enteras. Cuando avanza la enfermedad los adictos se vuelven más controladores, falsos, absortos en sí mismos, perfeccionistas, exigentes, confusos, aislados y disfuncionales. Estas dependencias pueden alterar la mente lo mismo que la dependencia de sustancias químicas, y a medida que avanza la enfermedad, se necesita cada vez más la “dosis” de que se trate en cada caso para obtener el “subidon”.
Para seguir su adicción la persona tiene que abandonarse gradualmente a sí misma. Esto desemboca en un deterioro ético, moral, y espiritual, y, como en las otras adicciones, las personas se ven al final descuidándose a sí mismas, los hijos, a la familia, el trabajo y las responsabilidades sociales. Los adictos no son capaces de aportar una contribución sólida a sí mismos o a su sociedad, y cualquier contribución que hagan se deteriora.
Las personas con estas  dependencias sufren profundamente y se vuelven cada vez más impotentes respecto a las mismas y respecto a sus vidas.


Tras haber enfrentado y vencido nuestra adicción favorita, la que nos estaba matando y destruyendo nuestras vidas con más rapidez, y de haber obtenido un mínimo de sobriedad respecto a la misma, descubrimos nuestra próxima adicción favorita, esa que nos matará a continuación lo más rápidamente posible. Cuando nos estamos recuperando de una adicción tenemos que cambiar a otra por dos razones fundamentales: en primer lugar, porque no hemos reconocido y tratado el proceso de adicción subyacente y, en segundo lugar, porque no nos hemos concentrado sobre las adicciones especificas ni las hemos aislado con presión.
Normalmente descubrimos que sólo hemos trabajado las adicciones especificas, pero que tenemos que dirigirnos simultáneamente al proceso subyacente de adicción y a la adicción especifica.
Puesto que las técnicas de la medicina, la psicología y de los consejeros son especialmente ineficaces frente a la mayoría de las adicciones y pueden, sin duda, exacerbar el problema, debemos enfrentarnos a la adicción en tanto que tal y aceptar la realidad de un proceso subyacente.

Libro Recobra tu intimidad, Anne Wilson Schael
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William Eugene Smith






(ilustración)Shirin sahba

Libro Recobra tu intimidad, Anne Wilson Schaef
Introducción
Como sociedad, creo que estamos inmersos en un proceso crucial de aprendizaje sobre el alcance, enfoque el impacto de las adicciones sobre individuaos, familias, instituciones y culturas enteras. Estamos empezando a comprender que, puesto que vivimos en una sociedad adicta, todos hemos estado expuestos a un proceso de adicción y hemos sido educados en su seno. Este proceso de dependencia no constituye unos estados normales para el organismo humano. Es algo que hemos aprendido.
Es de una importancia fundamental ser conscientes de que este proceso de adicción subyacente se basa en la cultura y es aprendido. Funciona con sus propias leyes; leyes que podrían ser comparadas con el agua corriente que encuentra su propio curso. Todos sabemos que cuando se bloquea un río, éste acaba encontrando su propio curso (¡frecuentemente en nuestros sótanos ¡). No es que el agua desaparezca cuando se cambia su camino; simplemente encuentra otra vía , a veces menos cómoda para manifestarse. El proceso de adicción es muy parecido. Si se le corta la vía de expresión, encuentra otra.
También hemos aprendido que las adicciones rara vez, o nunca, existen aisladas. Tras haber enfrentado y vencido nuestra adicción favorita, la que nos estaba matando y destruyendo nuestras vidas con más rapidez , y de haber obtenido un mínimo de “sobriedad” respecto a la misma, descubrimos nuestra próxima adicción favorita , esa que nos matará a continuación lo más rápidamente posible. Cuando nos estamos recuperando de una adicción tenemos que cambiar lo más rápidamente posible a otra por dos razones fundamentales : en primer lugar, porque no hemos reconocido y tratado el proceso de adicción subyacente y, en segundo lugar, porque no nos hemos concentrado sobre las adicciones específicas ni las hemos aislado con precisión.
…Según mi propia experiencia , las primeras dependencias que deben ser enfrentadas, tanto desde el punto de vista histórico como individual, son las dependencias químicas y/o de ingestión.
Así para proceder a la recuperación , uno debe también enfrentarse a las “ proceso dependencias” en las que se es adicto a un proceso. Éstas son, por ejemplo, la adicción al trabajo, al dinero, al sexo, a las relaciones, a las aventuras sentimentales, a la religión, al ejercicio físico, en el cual el centro de la dependencia no consiste en la ingestión de una sustancia química o de otra clase.”Las proceso dependencias” son más sutiles y engañosas que las dependencias de sustancias, y están muy integradas en nuestra sociedad. Cuanto más aprendemos de “las proceso dependencias” , más conscientes nos volvemos de que son destructivas y, en definitiva, tan fatales para los individuos, las familias, las instituciones y las sociedades, como las dependencia. Tenemos que entenderlas y tratarlas con tanto interés como las adicciones de ingestión.......

(ilustración)Shirin sahba

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