Amor en Tiempos de Cólera Gabriel García Marquez
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Tina Barney |
Del
libro:
Amor en Tiempos de Cólera
Gabriel García Marquez
-Capitán, el niño está
preocupado y muy incómodo debido a la cuarentena que el puerto nos
impuso.
- ¿Qué te preocupa, muchacho?
¿No tienes suficiente comida? ¿No duermes lo
suficiente?
- No es eso, Capitán. No
puedo soportar no poder desembarcar y abrazar a mi familia.
- Y si te dejan salir del barco y se
contaminan, ¿cargarías con la culpa de infectar a alguien que no
puede soportar la enfermedad?
- Nunca me lo perdonaría, pero para mí
inventaron esta plaga.
- Puede ser, pero ¿y si no fue
inventado? -Entiendo lo que quiere decir, pero me siento
privado de mi libertad, Capitán, me privaron de algo.
- Y tu te privas aún más de
algo.
-¿Está jugando conmigo?
- De alguna forma.
Si te privas de algo sin responder
adecuadamente, habrás perdido.
-"¿Entonces quieres decir, como
dices, que si me quitan algo, para ganar debo privarme de otra cosa ?
- Exactamente, yo hice cuarentena
hace 7 años atrás
- ¿Y de qué te tuviste que
privar?
- Tuve que esperar más de 20
días en el barco.
Habia meses en que ansiaba llegar al
puerto y disfrutar de la primavera en tierra.
Hubo una epidemia.
En Porto Abril ,se nos prohibió bajar.
Los primeros días fueron duros.
Me sentí como tu . Pronto comencé a
enfrentar esas imposiciones usando la lógica. Sabía que
después de 21 días de este comportamiento se crea un hábito, y en
lugar de quejarme y crear hábitos desastrosos, comencé a
comportarme de manera diferente a los demás.
Empecé con la comida. Me propuse
comer la mitad de lo habitual. Luego comencé a seleccionar los
alimentos más digeribles, para no sobrecargar el cuerpo. Comencé
a nutrirme con alimentos que, por tradición histórica, habían
mantenido al hombre sano.
El siguiente paso fue agregar a esto
una purificación de pensamientos no saludables y tener pensamientos
cada vez más elevados y nobles.
Me propuse leer al menos una página
cada día de una discusión que no conocía.
Me puse a hacer ejercicios en el puente
del barco.
Un viejo hindú me había dicho hace
años que el cuerpo mejoraba al retener la respiración. Me
puse a respirar profundamente cada mañana. Creo que mis
pulmones nunca habían alcanzado tal capacidad y fuerza.
La tarde fue la hora de la oración, el
momento de agradecer a una entidad por no haberme dado, como destino,
privaciones graves durante toda mi vida.
El hindú también me había
aconsejado que tuviera la costumbre de imaginar que la luz entraba en
mí y me hacía más fuerte. También podría funcionar para
los seres queridos que estaban lejos,
por lo que también integré esta
práctica en mi rutina diaria en el barco.
En lugar de pensar en todo lo que no
podía hacer, estaba pensando en lo que haría una vez que llegara a
tierra firme. Visualizando las escenas de cada día, las vivia
intensamente y disfrutaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener en seguida,
rápido, no es interesante. Esperar sirve para sublimar el
deseo y hacerlo más poderoso.
Me privé de comidas ricas, botellas de
ron y otras delicias. Me habían privado de jugar a las cartas,
de dormir mucho, de practicar el ocio, de pensar solamente en lo que
me estaban privando.
- ¿Cómo terminó, Capitán?
- Adquirí todos esos
nuevos hábitos. Me dejaron bajar del bote mucho más tarde de
lo esperado.
-¿Te privó de la primavera, entonces?
- Sí, ese año me privaron de la
primavera y muchas otras cosas, _*pero aún así florecí, llevé la
primavera dentro de mí y nadie me la puede quitar.*
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