Perdonar
Perdonar
Nadie tiene la obligación de perdonar, pero a la larga, debemos hacerlo si deseamos curarnos. Perdonar no significa regresar y dejar que las personas que nos han dañado lo hagan de nuevo. Significa tomar la suficiente distancia como para no tomar tan a pecho sus actos. Para obtener nuestra validación, recurrimos a nuestro Poder Superior, no a ellos. Comprendemos la posibilidad de que ellos también estuviesen muy lastimados y que hicieron lo mejor que pudieron.
Nada está destinado a permanecer inalterado, y si no avanzamos, decaemos. Estamos aquí para crecer, aprender y despertar. Es por eso que en las relaciones cotidianas no hay hechos casuales. Nos vemos inexorablemente atraídos hacia personas con quienes podemos aprender nuestras lecciones personales y de relación o bien quedar más atrapados en la trama de nuestros patrones insalubres de vida y de relación, patrones que a la larga, nos presionarán más para que cambiemos. Del mismo modo, no hay casualidad en cuanto a las almas con las cuales nos manifestamos, ya sea nuestro padre, nuestra madre o los demás con quienes tenemos vínculos obligatorios. A pesar de todas las dificultades que puedan representar para nosotros, son regalos para nuestra alma. Nos proporcionan una oportunidad de aprender la siguiente lección espiritual. O la aprendemos o nuestra alma se enferma más, a pesar de la práctica religiosa, y perdemos contacto con nuestra espiritualidad esencial.
Nadie tiene la obligación de perdonar, pero a la larga, debemos hacerlo si deseamos curarnos. Perdonar no significa regresar y dejar que las personas que nos han dañado lo hagan de nuevo. Significa tomar la suficiente distancia como para no tomar tan a pecho sus actos. Para obtener nuestra validación, recurrimos a nuestro Poder Superior, no a ellos. Comprendemos la posibilidad de que ellos también estuviesen muy lastimados y que hicieron lo mejor que pudieron.
Nada está destinado a permanecer inalterado, y si no avanzamos, decaemos. Estamos aquí para crecer, aprender y despertar. Es por eso que en las relaciones cotidianas no hay hechos casuales. Nos vemos inexorablemente atraídos hacia personas con quienes podemos aprender nuestras lecciones personales y de relación o bien quedar más atrapados en la trama de nuestros patrones insalubres de vida y de relación, patrones que a la larga, nos presionarán más para que cambiemos. Del mismo modo, no hay casualidad en cuanto a las almas con las cuales nos manifestamos, ya sea nuestro padre, nuestra madre o los demás con quienes tenemos vínculos obligatorios. A pesar de todas las dificultades que puedan representar para nosotros, son regalos para nuestra alma. Nos proporcionan una oportunidad de aprender la siguiente lección espiritual. O la aprendemos o nuestra alma se enferma más, a pesar de la práctica religiosa, y perdemos contacto con nuestra espiritualidad esencial.
Tomado
del libro "Cartas de las mujeres que aman demasiado" de Robin Norwood
MC
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