Libro, Cartas de las mujeres que aman demasiado, Robin Norwood
Quienes estamos totalmente familiarizados con la adicción y la recuperación nos vemos enfrentados casi constantemente a dos situaciones muy arduas: los encuentros con personas que son adictas pero tratan de demostrar que no lo son, y los encuentros con otros que insisten en haberse recuperado pero no lo han hecho. La primera clase de encuentros se produce, con mayor frecuencia, con aquellos cuyo tipo de adicción constituye un gran estigma, mientras que la segunda clase sucede más a menudo cuando la adicción implica un estigma mucho menor o ninguno. El hecho de admitir que se ha luchado con la adicción a las relaciones (se utilice esa frase específica o no) tiende a provocar compasión más que condena en la sociedad actual, dado que se trata de la adicción más vista como “romántica” y la mayoría de la gente cree que tiene muy poco en común con enfermedades tan sórdidas como la drogadicción o el alcoholismo. Por otra parte, debido a que la recuperación de la adicción a las relaciones requiere un esfuerzo tan riguroso y, sin embargo, es tan difícil de medir con eficacia, es mucho más común que las adictas a las relaciones afirmen haberse recuperado que lo logren realmente. Declaraciones tales como “Esta vez sí que aprendí mi lección” o “Nunca podría volver. Me humillaría demasiado”, o “Ahora estaré bien. Tengo otras cosas de qué ocuparme en lugar de andar persiguiéndolo” tienden a señalar la presencia de la enfermedad más que el logro de la recuperación. En esas declaraciones no hay nada que reconozca el increíble poder que tiene la adicción a las relaciones sobre quienes la padecemos ni la disciplina y el trabajo que se necesitan para vencerla.
“La recuperación siempre será un proceso, nunca un producto terminado.”
Libro, Cartas de las mujeres que aman demasiado, Robin Norwood
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