Libro Las mujeres que aman demasiado, Robin Norwood



Libro Las mujeres que aman demasiado, Robin Norwood
Capítulo 4.
LA NECESIDAD DE SER NECESITADAS

         “No sé cómo lo hace todo. Yo me volvería loca si tuviera que soportar todo lo que soporta ella”.
         “¡Y nunca la oí quejarse!”
         “¿Por qué lo tolera?”
         “De todos modos, ¿qué ve en él? Podría llevar una vida mucho mejor”
La gente tiende a decir esta clase de cosas sobre una mujer que ama demasiado, al observar lo que parecen ser sus nobles esfuerzos por mejorar una relación aparentemente insatisfactoria. Pero las pistas que permiten explicar el misterio de su devoto apego, por lo general se pueden encontrar en las experiencias que tuvo cuando era niña. La mayoría de nosotras creemos y continuamos en los papeles que adoptamos en nuestra familia de origen. Para muchas mujeres que aman demasiado, esos papeles a menudo implicaban negar nuestras propias necesidades e intentar satisfacer las de otros miembros de la familia. Tal vez las circunstancias nos obligaron a crecer demasiado rápido, a asumir prematuramente responsabilidades de adultas porque nuestra madre o nuestro padre estaban demasiado enfermos física o emocionalmente para cumplir con sus funciones propias. O quizás alguno de nuestros padres estuvo ausente debido a su muerte o a un divorcio y nosotras tratamos de tomar su lugar, ayudando a cuidar tanto a nuestros hermanos como al progenitor que nos quedaba. Tal vez nos convertimos en la madre de la familia mientras nuestra madre trabajaba para mantenernos. O quizá vivimos con ambos padres, pero debido a que uno de ellos estaba furioso o frustrado o infeliz y el otro no reaccionaba a eso con apoyo, nos encontramos en el papel de confidentes, oyendo detalles de su relación que eran demasiada carga para que pudiéramos manejarla emocionalmente. Escuchábamos porque teníamos miedo de las consecuencias que podrían aquejar al progenitor que sufría si no lo hacíamos, y miedo de la pérdida de amor si no cumplíamos el papel que nos había tocado en suerte. Por eso no nos protegíamos, y nuestros padres tampoco nos protegían, porque necesitaban vernos más fuertes de lo que éramos en realidad. Si bien éramos demasiado inmaduras para esa responsabilidad, terminamos protegiéndoles a ellos. Al ocurrir esto, aprendimos a edad demasiado temprana y demasiado bien a cuidar de todos, menos a nosotras mismas.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Meditaciones 24 de junio

Meditaciones 9 de abril

Meditaciones 15 de septiembre