Mujeres que corren con los lobos
Aunque entonces no la llamaba con este nombre, mi amor por la Mujer Salvaje nació cuando era una niña. Más que una atleta, yo era una esteta y mi único deseo era ser una caminante extasiada. En lugar de las sillas y las mesas, prefería la tierra, los árboles y las cuevas, pues sentía que en aquellos lugares podía apoyarme contra la mejilla de Dios.
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