Vivir limpios, el viaje continúa
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Puede que tras muchos años limpios parezca que somos maduros y que nuestra vida empieza a ser como siempre quisimos que fuera, pero… en nuestras relaciones íntimas seguimos luchando. Diferenciar el amor maduro del inmaduro puede llevar tanto tiempo como madurar: es un proceso para toda la vida. Cuando admitimos cuánto daño en nuestra vida giraba en torno al sexo y el amor, vemos todo lo que puede conseguirse a través de la recuperación del sano juicio en este terreno. Trabajamos los pasos para retirar los escombros de nuestro pasado, recurrimos a un padrino o una madrina para que nos ayude a afrontar los escombros de nuestro presente y usamos las tradiciones para aprender nuevas formas de llevarnos bien con los demás. Somos más generosos, menos egoístas y miedosos. Aprendemos a tener criterio y límites, pero también a ser abiertos: podemos llegar a volvernos tan rígidos con nuestras exigencias que nos resulta imposible encontrar una pareja. Nos desprendemos de nuestras expectativas con respecto a los demás y empezamos a exigirnos un poco más a nosotros.
Vivir limpios, el viaje continúa
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