Tercer Paso Libro azul CoDa
Tercer Paso
Decidimos poner nuestra voluntad y
nuestra vida al cuidado de Dios, tal como nosotros
lo concebimos.
Gracias
al trabajo hecho en el primer y segundo paso, podemos darnos cuenta de que
nuestras tácticas de control y de evitación han dejado de funcionar, y que no
podemos seguir haciendo al prójimo responsable de nuestra felicidad y nuestro
bienestar.
Admitimos
por fin que otorgar a un semejante el papel de Dios es una solución pasajera,
dolorosa y, a la larga, autodestructiva. Pero estamos consiguiendo una
comprensión, nueva o mayor que la que teníamos, de un poder superior a
nosotros.
Mientras
sigamos sin volver la atención emocional hacia Dios, seguiremos coartados por
pensamientos, sentimientos y actitudes de naturaleza codependiente.
Puede
que nos asuste la idea de permitir a Dios que se ocupe de nosotros y de la
gente que nos rodea. ¿Y si Dios no hace aquello que consideramos lo ideal? ¿Y
si las cosas no van como nos gustaría? ¿Y si lo que nos rodea no cambia con
nosotros? ¿Qué pasará si a los demás no les gusta cómo somos, una vez estemos
en recuperación?
Somos
codependientes, esos temores son comprensibles. Forman parte de nuestra voraz
necesidad de control y de evitación, dirigida tanto a nuestra persona como a
los demás. Cuando uno pretende deshacerse de esa manera de actuar, es natural
que los miedos afloren y nos veamos cara a cara con nuestro dilema espiritual.
Cuando enfrentamos dichos temores, nos encontramos en una encrucijada:
¿Seguimos interpretando el papel de Dios en nuestras vidas y en las de los
demás? ¿O bien le entregamos nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de
Dios, tal y como lo concebimos?
Recordemos
que lo único que se nos pide es que tomemos una decisión. No se nos pide que
experimentemos una confianza y una fe inmediatas y absolutas en Dios.
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Muriel Barclay
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