Suelta las riendas y entrégaselas a Dios


Suelta las riendas y entrégaselas a Dios
A menudo somos nuestros peores enemigos, obstaculizando la ayuda que necesitamos. Cuando ponemos en práctica este lema, nos salimos del camino. Abandonamos el problema, la necesidad de saber que sucederá y cuando, la obsesión con las decisiones de otra gente, los pensamientos y las preocupaciones que derrochan nuestro tiempo y nuestra energía, porque no podemos resolverlos solos. Y dejamos que Dios se encargue de ellos.

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