El triángulo de la autoobsesión
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El
triángulo de la autoobsesión
Al nacer sólo somos conscientes de nosotros mismos,
somos el universo. Sólo percibimos nuestras necesidades básicas y, si éstas
están satisfechas, estamos contentos. A medida que nuestra conciencia se va desarrollando,
descubrimos el mundo exterior. Nos damos cuenta de que hay personas, lugares y
cosas alrededor y que éstos llenan nuestras necesidades. En ese momento
empezamos a reconocer diferencias y a desarrollar preferencias. Aprendemos a
desear y a escoger. Somos el centro de un universo que crece y esperamos que se
nos dé lo que necesitamos y deseamos. La fuente de nuestra satisfacción va de
las necesidades básicas, milagrosamente resueltas, a la satisfacción de
nuestros deseos. La mayoría de los niños, a través de su experiencia durante
cierto tiempo, se dan cuenta de que el mundo exterior no puede satisfacer todos
sus deseos y necesidades. Comienzan a conseguir con su propio esfuerzo aquello
que antes se les daba. A medida que su dependencia de la gente, los lugares y las
cosas disminuye, empiezan a recurrir a sí mismos. Se hacen más autosuficientes y
aprenden que la alegría y la felicidad provienen de dentro. La mayoría continúa
madurando; reconoce y acepta sus fuerzas, sus debilidades y limitaciones. En algún
momento suele buscar la ayuda de un poder superior a ellos, que les dé lo que
no pueden conseguir solos. Para la mayoría de las personas, crecer es un
proceso natural. Los adictos, sin embargo, parece que dudamos a lo largo del
camino, que nunca dejamos atrás el egocentrismo de la niñez ni hallamos la
autosuficiencia que otros alcanzan. Continuamos dependiendo del mundo que nos
rodea y nos negamos a aceptar que no se nos dará todo. Nos obsesionamos con
nosotros mismos; los deseos y necesidades se convierten en exigencias. Llegamos
a un punto en el cual resulta imposible el bienestar y la satisfacción. La gente,
los lugares y las cosas no pueden llenar el vacío que tenemos dentro y
reaccionamos contra ellos con resentimiento, ira y miedo.
El resentimiento, la ira y el miedo forman el
«triángulo de la autoobsesión». Todos los defectos de nuestro carácter son
manifestaciones de estas tres reacciones. La obsesión con nosotros mismos es el
centro de nuestra locura.
El resentimiento es el modo en que la mayoría de
nosotros reaccionamos contra el pasado. Consiste en revivir una y otra vez en
nuestra mente las experiencias del pasado. La ira es la forma en que afrontamos
el presente. Reaccionamos así contra la realidad y la negamos. Miedo es lo que sentimos
cuando pensamos en el futuro. Es nuestra respuesta a lo desconocido; lo
contrario a una ilusión. Estos tres elementos son manifestaciones de nuestra
autoobsesión.
De esta forma reaccionamos cuando la gente, los lugares
y las cosas (el pasado, el presente y el futuro) no están a la altura de nuestras
exigencias. En Narcóticos Anónimos se nos da una nueva forma de vivir y un
conjunto de herramientas nuevas: los Doce Pasos que practicamos lo mejor que
podemos. Si nos mantenemos limpios y aprendemos a usar estos principios en
todos los aspectos de nuestra vida, ocurre un milagro. Nos libramos de las
drogas, de la adicción a ellas y de la obsesión con nosotros mismos. El
resentimiento es reemplazado por la aceptación, la ira por el amor y el miedo
por la fe.
Tenemos una enfermedad que al final nos obliga a buscar
ayuda. Somos afortunados de que se nos dé una alternativa, una última oportunidad.
Debemos romper el «triángulo de la autoobsesión», debemos crecer o morir. La
forma en que reaccionamos frente a las personas, los lugares y las cosas:
Negativo Positivo
Resentimiento Pasado Aceptación
Ira Presente
Amor
Miedo Futuro Fe
IP Nº 12-SP NA
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