Vivir limpios
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Sabemos que la indiferencia o
la intolerancia hacia principios espirituales son muy peligrosas para nosotros,
pero, después de llevar una temporada limpios, a veces desarrollamos otro tipo
de intolerancia. Tal vez establezcamos una serie de creencias en recuperación y
nos resistamos a cualquier cosa que parezca amenazarla o cuestionarla. Pero
esta es precisamente la manera de poder revisar lo que sabemos de la verdad. Lo
que cambia no es la verdad, sino lo que sabemos de ella, nuestra concepción de
ella. Al acercarnos a la verdad, nos damos cuenta de que no puede hacernos
daño, por muy dolorosa que sea en determinado momento. «Desprenderme de viejas
creencias fue duro porque, para empezar, ni sabía en lo que creía», explicó un
miembro. El trabajo de los pasos nos ayuda a descubrir en qué creemos y si nuestras
creencias aún nos funcionan.
«Me sentía incómoda, extraña
y vacía cuando rezaba —reconoció una compañera—. Mi relación con Dios exigía
que perseverara. Tuve que seguir rezando incluso en momentos en que no sentía
nada. Tardé mucho tiempo en que se convirtiera en algo natural para mí.» Estar
dispuestos a seguir intentándolo aunque resulte difícil, o aunque no sintamos
nada, es un acto de fe. Cuando tenemos una práctica espiritual diaria,
superamos esas épocas difíciles: la costumbre nos ayuda seguir adelante hasta
que cambia lo que sentimos. Tenemos fe en la experiencia de nuestros compañeros
y sabemos que, de alguna manera, esta práctica va a ayudarnos.
Vivir limpios
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