Con el tiempo, solemos descubrir que el mejor estado de la vida no es estar enamorados, sino estar tranquilos
Con el tiempo, solemos
descubrir que el mejor estado de la vida no es estar enamorados, sino
estar tranquilos. Solo cuando una persona logra hallar ese equilibrio interior
donde nada sobra y nada falta, es cuando se siente más plena que nunca. El amor
puede aparecer entonces si así lo quiere, aunque no es una necesidad obligada.
Resulta curioso como la
mayoría de las personas seguimos teniendo como principal objetivo hallar a
nuestra pareja perfecta. Cada vez disponemos de más aplicaciones en
nuestros dispositivos móviles para facilitarnos esas búsquedas. Tampoco faltan
los clásicos programas de televisión en horario de máxima audiencia orientados
para el mismo fin. Buscamos y buscamos en este vasto océano sin haber hecho
antes un viaje imprescindible: el del autoconocimiento.
El hecho de no haber
realizado esta necesitada peregrinación por nuestro interior ahondando en
vacíos y necesidades, hace que a veces acabemos eligiendo compañeros de viaje
poco acertados. Relaciones efímeras que quedan inscritas en la soledad de
nuestras almohadas, tan llenas ya de sueños rotos y lágrimas sofocadas.
Tanto es así que son muchas las personas que pasan gran parte de su ciclo
vital saltando de piedra en piedra, de corazón en corazón, almacenando
decepciones, amarguras y tristes desencantos.
En medio de este escenario,
tal y como dijo Graham Greene en su novela “El final del
romance” solo tenemos dos opciones: mirar hacia atrás o mirar hacia
delante. Si lo hacemos de la mano de la experiencia y la sabiduría tomaremos el
camino correcto: el del interior. Ahí donde poner en orden el laberinto de
nuestras emociones para encontrar el preciado equilibrio.
Valeria Sabater
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